La naturaleza ha sido y es un tema recurrente en la representación plástica. A pesar de todo el peso de la cultura no hemos dejado de ser parte de este entorno que nos rodea. La relación de los hombres con la naturaleza ha sido entendida muy diversamente en culturas varias, estas diferencias van desde la superioridad de quien se cree propietario exclusivo con derecho a disponer de todo hasta quien entiende la necesidad de armonizar y aprender de los procesos naturales. Los abusos del hombre han acabado por amenazar la propia supervivencia.
Hay pues una mirada de conquistador, mediatizada por el valor de uso, instrumental, y otra distints del observador que disfruta sin una finalidad utilitaria. En el primer caso el encuentro es dual, de sujeto a objeto, en el segundo se trata de una amistad, se palpa la proximidad, la conexión.
La naturaleza como argumento fotográfico también resulta la expresión de una necesidad individual a la vez que colectiva, es una demanda de presencia, una reivindicación física de espacio para el goce, un llamamiento a la memoria para despertar lo adormecido. Así, el bien que encontramos se percibe bajo la condición de belleza.
Una península acostumbra a ser un espacio privilegiado para el encuentro con el mar. La península ibérica tiene un variado recorrido de costas, de los escarpados acantilados del Atlántico, al norte, en el Cantábrico, con formaciones rocosas de distintos tipos, hasta el sur peninsular, pasando por las playas más suaves del Mediterráneo sur hasta llegar a la escarbada costa brava del norte Mediterráneo. Si esta península viene rodeada de islas el perímetro litoral aumenta.
Las imágenes recopiladas aquí no tienen pretensión documental alguna. Se trata solo de una mirada subjetiva.
Para mí el mar es bello y terrible a la vez. Desprende calma o temor. Va de la suavidad de la fina arena a las rocas más intransitables y peligrosas. La caricia del agua puede también ser un inesperado golpe de ola. Soy mar, agua salada, rocas, arena, algas…luz y oscuridad a veces, y otras, ni tan siquiera soy, cuando ando confundido con el mar.
Los paisajes marinos aúnan dos polos tan opuestos como la solidez de las rocas y la fluidez del agua, de lo duro a lo blando, constituyéndose en una totalidad armónica. Pero cuando a ese paisaje se le añaden los colores solares, el marco de referencia pasa de situarnos en el entorno terrestre más inmediato a ampliarse en el sistema solar.
Por lo que respecta al aspecto formal, estas imágenes se inspiran al menos en parte en la estática de la pintura clásica oriental, por el tratamiento de los espacios, como un elemento destacado en la composición, por las asimetrías o por el mar que parece vacío, haciéndose visible lo menos posible.
Jordi Vilanova Vilaró - 2017
Los bosques son benignos
Estas imágenes hechas en el Montseny, en la Fageda de Olot o en otros parajes de Cataluña reflejan distintas épocas del año, desde el otoño con la caída de las hojas, pasando por la nieve invernal hasta la primavera. Muestran también diferentes tipos de árboles: pinos, hayas, encinas, robles, etc.
La cámara es el testimonio de la interacción entre la naturaleza y el hombre.
En palabras de un activista de los derechos indígenas, Oren Lyons: “El árbol respira lo que nosotros exhalamos. Cuando el árbol exhala, nosotros necesitamos el oxígeno que exhala. Así pues, tenemos un destino común con el árbol”.
Escribió Séneca: Esos bosques sagrados poblados de árboles antiguos de altura inusitada, donde las ramas espesas superpuestas hasta el infinito roban la vista del cielo, el poder de la floresta y su misterio, la confusión que infunde en nosotros esta sombra profunda que se prolonga en las lontananzas, ¿todo eso no da el sentimiento de que un dios reside en este lugar? (Cartas a Lucilius, 41,2)
“Los druidas en Europa, los chamanes en la Siberia, los Maestros vegetalistas de la selva amazónica, todos ellos nos hablan de los espíritus de las plantas, de los genios de las plantas y árboles y saben “dialogar” con ellos. (…) El árbol despierta en nosotros el recuerdo y anhelo del paraíso perdido, mientras el hombre se ha separado de la inocencia, del regazo protector de la Madre, él árbol, como si nunca hubiera salido del paraíso conserva una gran paz interior, fuerza y sabiduría y un espíritu abierto para ofrecer a quien, despacito, con humildad y respeto se acerque a él y acepte su invitación”. Joan Barniol.
Los bosques cubren un tercio de las tierras emergentes del planeta. La superficie forestal en las regiones tropicales del planeta disminuye anualmente en un 0,7 %. En cambio, los bosques templados, que se encuentran en los países desarrollados, se expanden, ya que estos países recurren a la importación. Así el futuro de los bosques depende de que la explotación se haga al ritmo de posibilitar su regeneración.
Jordi Vilanova - 2014